El interés por la permacultura empezó a muy temprana edad. Cuando yo tenía trece años les decía mis padres “Yo quiero ser exploradora de la naturaleza”, a lo que ellos y otras personas más me respondían que yo estaba loca, que todavía estaba en la pubertad y que después iba a cambiar todo. Era tanto así que me tenían ya un apartamento al lado de nuestra casa para que me fuera a vivir allá porque nunca se imaginaban que yo realmente pudiera hacer realidad ese deseo de salir.
Para ese momento yo ya sabía que quería trabajar en América Latina, por ejemplo, en Bolivia o Nicaragua porque al haber escuchado las historias de ellos en procesos de desarrollo rural fue que me motivaron también a hacer algo que tuviera sentido, me hizo pensar que era con mucho sentido, un trabajo satisfactorio.
Todo ese trabajo con las comunidades es algo que quería hacer porque en Alemania era una sociedad económicamente bien, pero ya psicológicamente tenía muchos problemas, ya no había, así como nada que hacer porque todo parecía estar listo, terminado.