La ruta es un crisol de paisajes, con cada kilómetro recorrido, y con cada metro ascendido, las vistas evolucionan en relación con la altura, la geografía y la densidad vegetal, por eso, tras unos cuantos minutos de caminata se puede pasar de un valle despajado con el sol a las espaldas, a un túnel verde lleno de frescura y humedad, o podría aparecer de repente una quebrada, para luego contemplar un nacimiento de agua brotando de la montaña. Por otro lado, es curioso descubrir que este sendero también sirve como ruta de acceso a diversas fincas y parcelas, por lo que es muy común ver mulas y caballos transportando víveres y personal desde la zona veredal hasta las montañas.
Curva tras curva y piedra tras piedra, el afamado lugar empieza a emerger de entre las montañas, y aunque el cansancio pueda aparecer en algunas ocasiones, la sensación de navegar por un mar verde, que en suele ser tan instintiva e innata, compensa cualquier sentimiento de arrepentimiento.
Finalmente, tras más de una hora de caminata, se llega a la virgen de palmichal, un agradable claro en la cima del cerro que, con una impresionante vista, brisa y tranquilidad, cautiva los sentidos, y se convierte es un gran espacio de descanso luego de la caminata. Sin embargo, allí no termina todo, resulta que esta interesante estatua es la antesala de un espectáculo de la naturaleza que hace aún más atractivo al lugar, se trata de la cascada de palmichal, una ensordecedora caída de agua completamente vertical que supera los 10 metros de altura.