Primero se busca el mejor corte de la res, bien sea churrasco, lomo, baby beef, muchacho, o el de su preferencia, luego, debe adobarse con una mezcla básica de sal, cebolla y ajo, sin embargo, existe un factor fundamental en donde el compromiso debe relucir, sucede que una vez “arreglada”, la carne debe introducirse en un cojín de cuero fresco, en este caso de la misma res de donde provino la carne. Así es, un cojín, o más bien una funda, cocida a mano, con los pelos “pa’ fuera” y calculada para que la carne junto con el maridado, quepan perfectamente.
Este cojín debe sellarse de forma tal que no escurra mucho, para posteriormente envolverse en hojas de plátano o bijao y, ojo, proceder con la parte más importante y delicada del proceso, la cocción en la tierra, si, ¡En la tierra!
Para cocinar esta carne es necesario cavar un agujero en la tierra, no muy profundo, resguardar en su interior la carne envuelta cual momia, taparla nuevamente, y aquí es donde se pone interesante, encender una “candela”, es decir, una hoguera encima.